martes, 1 de mayo de 2012

Parte III: 24 de noviembre - Mt. Cook

La mañana se levanta fresca y soleada. Hoy comienza nuestro idilio con el clima neocelandés. Habíamos leído que en la isla sur son continuos los cambios de tiempo y los días lluviosos, pero nosotros tuvimos la suerte de disfrutar del sol prácticamente los quince días de viaje por la isla meridional.

El espléndido aspecto del Lake Tekapo nos obliga a parar otra vez y disfrutarlo con la luz matinal.

Para obtener otra vista de Lake Tekapo nada mejor que subir al Mt. John, al que se accede por carretera asfaltada. Se trata del observatorio astronómico de la Universidad de Canterbury y un lugar ideal para la observación de estrellas. Los paisajes son asombrosos, difíciles de recoger con una cámara compacta, ya que la profundidad de las vistas es tremenda.


En la entrada del observatorio del Mt. John econtramos una primera muestra del extraño humor de los kiwis:


Hay que decir que Nueva Zelanda está plagado de carteles que prohiben todo tipo de cosas, desde darle de comer a los keas (los ladronzuelos loros autóctonos), a orinar en medio del monte, a aparcar durante más de 15 minutos en los centros urbanos...pero el caso es que en tres semanas allí no vimos prácticamente guardias forestales, ni policía. Se fían completamente de que la gente va a hacer caso a los carteles y lo cierto es que el respeto por la naturaleza en Nueva Zelanda es total. Menuda envidia si lo comparamos con el sur de Europa.

Tras el empinado descenso de la carretera del Mt. John nos dirigimos al oeste hacia el Mt. Cook National Park. 



La carretera que lleva de Lake Tekapo al pueblo de Mount Cook rodeando el Lake Pukaki es una de las más bellas por las que he circulado en mi vida, a la altura de las del Stelvio, Gavia o cualquiera de los Dolomitas. Quizás en Nueva Zelanda sólo sea superada por la que discurre entre Queenstown y Glenorchy. La verdad es que es difícil priorizar entre tanta belleza, pero lo cierto es que paramos unas diez veces alucinados por los colores y la profundidad de los paisajes en esta región.




Finalmente llegamos a Mt. Cook, un pueblo horroroso de casas prefabricadas...bueno, esa va a ser la descripción de prácticamente la totalidad de los pueblos kiwis. Teníamos la intención de hacer el primer trekking del viaje, el Hooker Valley Track, pero hay obras en un vado y tras 1km de camino tenemos que dar la vuelta. La ruta era prometedora:


Un poco chafados, decidimos ir a dar el paseo del glaciar Tasman, 40 minutos ida y vuelta. Para llegar al punto de inicio nos estrenamos en las típicas carreteras de zahorra neocelandesas conocidas como "Unsealed roads", que te obligan a circular por debajo de 30km/h. Otro clásico de Nueva Zelanda es el "one lane bridge", puente prefabricado de un único sentido que te puedes encontrar en cualquier carretera principal y que obliga a tener un poco de cuidado para no encontrarte bloqueado frente a otra caravana en el medio del puente.

El glaciar Tasman es un poco desolador, ya que está casi agotado a consecuencia del cambio climático. Lo que queda es un lago rodeado de morrena. Al fondo se ve la lengua del glaciar:



Como aún es muy temprano, decidimos no hacer noche en el desolador pueblo de Mount Cook y emprendemos el largo camino al suroeste hacia Queenstown, una vez más, de gran belleza y alternancia de paisajes desde campiña a zona desértica de media montaña. De camino paramos en el curioso pueblo de Cromwell a enviar unos mails y hacer unas gestiones con las reservas de los días siguientes. Aprovechamos para visitar el "old town", una especie de poblado de western americano.


Tras todo el día conduciendo por fin llegamos a Queenstown. Nos acomodamos en el impresionante Top 10 Holiday Park, un camping con unos baños tan limpios que ya quisieran tenerlos algunos hoteles europeos. Un poco molidos del largo trayecto, nos acercamos al centro a tomarnos una hamburguesa en el mítico Fergburger. Dicen que allí sirven las mejores hamburguesas del mundo, y lo cierto es que ¡están buenísimas! Yo no soy mucho de comida rápida, pero es que esa hamburguesa es una auténtica delicia, además de que su tamaño XXXL hace que te cueste acabarla. Se nos hace de noche y decidimos retirarnos a descansar sin ver mucho más de Queenstown, que la verdad tiene tan buena pinta como la hamburguesa del Fergburger. Al día siguiente nos espera el Routeburn Track.

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