Lo primero que descubrimos por la mañana es que el día
anterior hubo un terremoto. Lo cierto es que al estar en el ferry, ni nos
enteramos, pero ese día en Wellington no se hablaba de otra cosa.
Subimos a ver las vistas de la capital neozelandesa desde el
Mount Victoria, pero el día está muy pocho y apenas se ve nada.
Como no deja de
llover, decidimos pasar la mañana en el museo Te Papa, que resulta ser bastante
decepcionante. El interés por la cultura maorí se remonta a las últimas
décadas, y es difícil aprender sobre su historia en los museos. Desde luego
esperábamos mucho más del Te Papa.
El centro de Wellington es agradable, pero desde luego no es
una ciudad bonita. Comimos en Cuba St., centro neurálgico y multicultural de la
ciudad, donde hay un montón de restaurantes de diversos países. Al final nos
fuimos a lo conocido, y comimos bastante bien en Scopa, un italiano con una decoración
más propia de un pub que de un restaurante.
Por la tarde viajamos hasta Palmerston North,
ciudad universitaria que, aunque tampoco tiene nada especial, sí que parece
bastante agradable para vivir, con anchas avenidas y mucha zona verde. Allí nos
invitaron a cenar y a dormir Marta y Chucho, encantadores anfitriones con los
que pudimos comentar lo que habíamos visto hasta el momento, la forma de ser de
los kiwis anglosajones, los maorís…hubo hasta tiempo para hablar de triatlón,
ya que Chucho es un gran nadador de larga distancia e incluso se estaba
planteando preparar el Ironman de Lake Taupo.
Fueron tan amables que hasta pudimos lavar la ropa, lo cual nos vino muy bien. ¡Muchas gracias por todo!
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