domingo, 6 de mayo de 2012

Parte VI: 27 y 28 de noviembre - Wanaka y Mt. Aspiring NP

Hay dos formas de llegar de Queenstown a Wanaka, la Highway 6 por Cromwell o la Crown Range Road, que ataja por el medio de la sierra del mismo nombre y supera el puerto asfaltado más alto de Nueva Zelanda: el Crown Range Road Summit, a 1.076m de altura. Las vistas son estupendas a lo largo de toda la subida, y a pesar de las advertencias, es una carretera de montaña normal y corriente, por la que se puede circular con la autocaravana sin ningún problema.



Tras un largo descenso por la región de Cardrona, muy poblada con el boom de las minas de oro en el siglo XIX pero prácticamente deshabitada en la actualidad, la carretera nos lleva hasta la localidad de Wanaka, en la orilla del lago que lleva su nombre.


Hay que decir que yo ya había visto videos del Challenge de Wanaka, un triatlón en distancia Ironman, pero de la franquicia rival, y que las imágenes eran absolutamente impresionantes. Pues bien, la realidad es que me cuesta creer que pueda haber un sitio en el mundo más bello donde correr un Ironman. El pueblo de Wanaka está situado en un lugar privilegiado, rodeado de montañas con vegetación de variados colores y con dos lagos realmente bellos como son el Hawea y el propio Lake Wanaka. No nos extrañó ver que las mejores casas de piedra y ladrillo que vimos en la isla sur estaban aquí, no en vano es una zona de veraneo de la gente pudiente.

Llegamos a la hora exacta en la que cerraban el centro de información del DOC (el Departamento de Conservación neocelandés, algo así como el Ministerio de Medio Ambiente, pero completamente volcado en la protección de los activos naturales del país). El parte meteorológico colgado en la puerta para el día siguiente era espantoso, daban lluvias torrenciales, así que aprovechamos las últimas tres horas de luz del día para ir a dar un paseo por el Diamond Lake, un pequeño e idílico lago en el que se bañaban un montón de patos. A la vuelta paramos un par de veces a hacer fotos, y es que la carretera que lleva de Wanaka al Diamond Lake y al inicio del Rob Roy track es otra auténtica preciosidad.



La noche fue tremenda. Un vendaval precedió a un par de horas de lluvias muy intensas, pero cuando nos levantamos a las seis y media había dejado de llover. Tras desayunar tranquilamente en la caravana fuimos al centro de información del DOC. Allí un chico muy amable me dio todo tipo de explicaciones sobre rutas para hacer por la zona. Al parecer el Rob Roy Valley Track era inviable, pues las lluvias de la noche habían inundado el camino de acceso y era una temeridad intentar acercar la caravana. Además aún no habían comprobado el estado de los vados del río en la ruta, por lo que nos prohíbía ni siquiera intentarlo. Es curioso lo convencidos que están en los centros de información de los DOC de que tienen que informar concienzudamente al turista para que no cometa imprudencias. Tras ofrecernos muchas alternativas, nos recomendó la subida al Roy's Peak..."muy empinada, pero merece la pena, además parece que ya no va a llover hasta la tarde".

Le agradeceré el consejo toda la vida...menuda preciosidad de ruta:





La primera parte de la subida seguía el camino privado de una granja que ascendía a los pastos donde los rebaños de ovejas disfrutaban de las vistas sobre el Lake Wanaka. La verdad es que daban ganas de tirarse a vivir allí con las ovejas. Una vez superado el último cierre el paisaje cambia de repente y el verde se sustituye por el amarillo, en el típico paisaje de montaña kiwi, con arbustos parecidos a los piornos españoles y algo de roca suelta. El último tramo antes de atacar la cima por su parte trasera es increible, ya que hay tres vistas distintas: del Lake Wanaka con el pueblo al fondo al noreste, de la cima del Mount Aspiring al noroeste y de las montañas que separan Wanaka de Cardrona al sur.






El sensacional momento de hacer cumbre hubo que compartirlo con una pareja de alemanas y un tercer alemán que acababan de conocerse y no dejaban de hablar, así que esperamos a que empezasen a bajar para poder disfrutar con tranquilidad de las vistas de la cima.



Según el Garmin salieron 15,75km ida y vuelta, 1.264m de desnivel positivo y 3h09m de marcha. Un lujazo de caminata, quizás la más bonita que hicimos en el viaje.

Tras parar en Wanaka a reponer fuerzas, decidimos emprender el camino y parar a dormir en medio del Mount Aspiring NP. Una de las razones por las que me hubiese gustado tener más tiempo de viaje hubiese sido para quedarme en Wanaka un par de días más, pero la reserva que teníamos en el Franz Joseph Glacier no nos dejaba mucho margen, así que tocaba emprender el viaje al norte. Aún hubo tiempo para disfrutar del no menos bello Lake Hawea, a pocos km de Wanaka:


Y para dar un paseo por un bosque de gran valor ecológico en las cercanías de Makarora. Paramos a dormir en un área del DOC, antes de cruzar el Haast Pass, otro sitio precioso, pero plagado de sandfly al anochecer.

martes, 1 de mayo de 2012

Parte V: 26 y 27 de noviembre - Milford Sound y Queenstown

El fiordo de Milford es uno de los lugares más emblemáticos de Nueva Zelanda. La belleza de la carretera por la que se accede a él desde Te Anau (pronunciado "Tiano") es sólo el aperitivo de un lugar increiblemente bello, al menos para alguien como yo, que no conoce los fiordos noruegos. Milford Sound sólo tienes dos pegas...una son las sandfly, una especie a medio camino entre el mosquito y el tábano, y otra es que llueve prácticamente siempre...nosotros tuvimos la suerte de llegar a Milford un día de sol espléndido, sin una sola nube en el cielo.

Como comentaba, la Milford Highway ya es de por sí una bella carretera, pero hay que tener cuidado de poner los ojos en el asfalto y no en los paisajes, ya que el nombre es otra muestra del humor kiwi...es una carretera estrecha de curvas y bastante tráfico, con un túnel angosto regulado por semáforo, el Hommer Tunnel. Lo cierto es que las cosas que se leen por internet son una exageración. El único peligro de la carretera es la cantidad de caravanas de turistas poco acostumbrados a conducir vehículos de tanto peso por carreteras de montaña, pero el tunel no es peor que cualquiera del Pirineo como el de Bielsa o el de Vielha. Lo que sí hay que tener en cuenta es que se trata de una carretera sin salida, se rodean los Alpes neocelandeses hasta el fiordo, unos 120km desde Te Anau y hay que volver por el mismo camino, pero sin duda merece la pena.




En uno de los miradores al lado de la carretera conocimos por fin a los Kea, unos loros autóctonos a los que te avisan por activa y por pasiva que no hay que darles de comer, ya que se están olvidando de cazar al obtener todo su sustento de lo que les dan los turistas. Lo cierto es que son listos como ellos solos, y en cuanto ven que vas a abrir la puerta de la caravana se suben al espejo retrovisor esperando el momento para entrar y buscar comida.


Tras dos horas de disfrute por la Milford Highway llegamos al fiordo. Buscamos el mostrador de la empresa con la que teníamos contratado el crucero y esperamos veinte minutos escapando de las sandfly. Parece ser que son unos mosquitos autóctonos que no han desarrollado el analgésico adecuado para pasar distraídos mientras te succionan la sangre, de modo que te duele como una picadura de tábano. El caso es que compramos un par de potingues con nombres tan esperanzadores como "Goodbye Sandfly" y parece que hicieron efecto, porque sólo sufri tres o cuatro mordiscos, y a Sonia ni la tocaron.


El crucero te lleva desde el corazón del fiordo hacia alta mar, con vistas espectaculares a decenas de cascadas, colonias de focas, acantilados...incluso vimos pingüinos a cierta distancia, que enseguida desaparecieron bajo el mar. 





En el fiordo de Milford hay una capa de agua dulce debida a la cantidad de precipitaciones que acumulan las montañas que lo rodean, de modo que la flora subacuática es tremendamente rica y característica. De todos modos lo que hay en la superficie es más que suficiente para dejar embobado a cualquiera. El momento culminante tiene lugar cuando el catamarán se coloca bajo una cascada. Sencillamente impresionante.


Nos esperaba un largo camino de vuelta a Queenstown, de modo que tuvimos que seleccionar entre las muchas caminatas cortas de la zona, y elegimos la subida al Key Summit, partiendo desde The Divide, en lo que sería el arranque del Routeburn Track desde este lado de los Alpes neocelandeses. Sonia no se encuentra muy bien y se queda descansando, de modo que decido subir corriendo y hacer hueco para la Ferburger que inevitablemente va a caer por la noche. En la cima conozco a una pareja de alemanes de Munich que van a hacer el Routeburn entero. Les aviso de que está cerrado y van a tener que dar vuelta el segundo día de ruta. Se ponen a discutir entre ellos sobre si seguir o no. Al final creo que siguieron...


 

En 1h15m estoy abajo, según el GPS son 7,5km y 434m de desnivel. Arrancamos la caravana y emprendemos el camino de vuelta a Queenstown que se hace laaaaaargo. Es el primer día en el que acabo harto de conducir desde que estoy en Nueva Zelanda. Al menos llegamos a tiempo para conocer por fin Queenstown. Nos tomamos nuestra tercera Fergburger consecutiva y un Hokey Pokey, uno de los clásicos helados kiwis pero demasiado dulzón para mi gusto. Damos un paseo por la ciudad hasta el anochecer, nos gusta lo que vemos, y decidimos pasar el día siguiente de relax en Queenstown.



Si tengo que elegir un lugar donde me hubiese gustado vivir cuando tenía 18-20 años, ese es Queenstown. La edad media de sus habitantes es bajísima, hay un ambiente estupendo y se respira deporte por las cuatro esquinas. Queenstown en invierno es el centro neurálgico de los deportes blancos en la isla sur, con cuatro estaciones de esquí en su alrededores, y en verano se convierte en el lugar ideal para hacer todo tipo de deportes de riesgo, no en vano es el lugar donde nació el "puenting", allí llamado Bungee Jumping. Sonia dice que bastante aventura va a ser superar su pánico a hacer kayak en el Abel Tasman National Park, así que me olvido de hacer jetboat, barranquismo, downhill en MTB o parapente.


Tomamos la Góndola (un telecabina que sube a un monte encima de la ciudad) y arriba disfrutamos de las vistas antes de hacer un par de bajadas de Luge, que no es más que una especie de híbrido entre carricoche y trineo. Lo bueno del tema es que como hay bastante pendiente en algún tramo con curvas, te permite bajar tranquilamente o darle caña incluso hasta correr peligro de salirte en alguna curva. 


Para bajar a la ciudad me planteo hacerlo en parapente "duplex", con el monitor atado a tu espalda y manejando el cotarro, pero al final me parece que tirarme una sola vez es un poco "turisteo" y lo dejo para otra ocasión en la que tenga tiempo de recibir clases y tirarme varias veces.

Comemos en The Cow, un sitio recomendado por la Lonely Planet, un plato de pasta muy rico y un pan de ajo gigante, compramos unos recuerdos, pasamos las fotos a DVD y tomamos dirección Wanaka.

Parte IV: 25 de noviembre - Routeburn Track

Tramping es el nombre con el que se conoce en Nueva Zelanda a las caminatas de varios días. Es típico allí tomarse las rutas con calma y trocearlas en varias jornadas durmiendo en refugios, incluso es frecuente la utilización de guías a pesar de que la red de senderos está perfectamente señalizada. Este intento de acercar las caminatas a todo el mundo plantea el problema de que si vas a Nueva Zelanda en una viaje de tres semanas, y es poco probable que vuelvas por allí, no te apetece hacer en dos días y medio lo que puedes hacer en uno. Si a esto le sumamos que las comunicaciones entre el punto de inicio de la ruta y el punto de destino a veces alcanzan la friolera de 300km por carretera, no nos apetecía demasiado hacer un tramping al más puro estilo kiwi, así que optamos por la opción "hereje"...hacer parte del Routeburn Track en formato ida y vuelta.

El Routeburn es quizás la segunda ruta más conocida de Nueva Zelanda, tan solo por detrás del célebre y masificado Milford Track. Consta de 32km, que en sentido este - oeste comunica el Routeburn Shelter (450m), cerca de Glenorchy, con The Divide (600m), el paso montañoso que separa Te Anau de Milford Sound, ya en la región de Fiordland. Se suele hacer en tres días, y nuestra intención era subir hasta el paso de Harris Saddle, el punto más alto de la ruta a 1.255m, ver las vistas sobre el Lake Haris y la otra vertiente, y volver en el mismo día.


Lo cierto es que independientemente de que se quiera hacer el Routeburn, lo que es absolutamente imperdonable es ir a Nueva Zelanda y no disfrutar del fabuloso trayecto por carretera entre Queenstown y Glenorchy.



El Lake Wakatipu se muestra en todo su esplendor flanqueado por montañas nevadas y frondosa vegetación. Una auténtica preciosidad.



Para llegar al Routeburn Shelter se pasa cerca de varias localizaciones donde se rodó El Señor de los Anillos. Una de ellas es el lugar donde estaba situado Isengard, aunque como en tantos otros casos, no es fácil de reconocer la localización por los efectos especiales añadidos en la producción.

La ruta en sí remonta el río Routeburn y se adentra en el bosque hasta Forge Flats.


Este tramo es de subida bastante suave, muchos puentes colgantes y una paraíso para los entendidos en botánica, que no es nuestro caso. A partir de aquí la cosa se empina hasta llegar al refugio de Routeburn Falls, bajo una cascada que tampoco tiene nada de especial. 


Aquí nos empezó a nevar ligeramente, y el tramo hasta el Lake Harris fue un poco penoso, con bastante viento de cara. Nos cruzamos con varios grupos guiados que daban vuelta, ya que había peligro de avalanchas sobre el Lake Harris y no se podía subir al Harris Saddle. Lo cierto es que la nieve que había no daba ni de broma para provocar avalanchas, pero decidimos hacer caso al cartel que nos cortaba el paso y dar media vuelta.

 

 El Lake Harris es bello, pero no más que cualquiera de las lagunas de Gredos.


Al final según el GPS nos salieron 24km con más de 1.000m de desnivel, 5h 15m de movimiento y 7h 30m de tiempo total de ruta. Una buena paliza, que nos obligó a zamparnos otra Fergburger nada más volver a Queenstown. :) En conclusión, el Routeburn no es feo, pero desde luego la parte que vimos nosotros no es tan espectacular como para dedicarle tres días de tramping.

Al día siguiente teníamos reserva para un crucero por el Milford Sound, de modo que una vez más dejamos Queenstown sin explorar a fondo y aprovechamos esas horas muertas que hay en Nueva Zelanda desde la hora de la cena (19h) hasta el anochecer (22h) para avanzar hacia Milford y parar a dormir cerca de Te Anau.

Parte III: 24 de noviembre - Mt. Cook

La mañana se levanta fresca y soleada. Hoy comienza nuestro idilio con el clima neocelandés. Habíamos leído que en la isla sur son continuos los cambios de tiempo y los días lluviosos, pero nosotros tuvimos la suerte de disfrutar del sol prácticamente los quince días de viaje por la isla meridional.

El espléndido aspecto del Lake Tekapo nos obliga a parar otra vez y disfrutarlo con la luz matinal.

Para obtener otra vista de Lake Tekapo nada mejor que subir al Mt. John, al que se accede por carretera asfaltada. Se trata del observatorio astronómico de la Universidad de Canterbury y un lugar ideal para la observación de estrellas. Los paisajes son asombrosos, difíciles de recoger con una cámara compacta, ya que la profundidad de las vistas es tremenda.


En la entrada del observatorio del Mt. John econtramos una primera muestra del extraño humor de los kiwis:


Hay que decir que Nueva Zelanda está plagado de carteles que prohiben todo tipo de cosas, desde darle de comer a los keas (los ladronzuelos loros autóctonos), a orinar en medio del monte, a aparcar durante más de 15 minutos en los centros urbanos...pero el caso es que en tres semanas allí no vimos prácticamente guardias forestales, ni policía. Se fían completamente de que la gente va a hacer caso a los carteles y lo cierto es que el respeto por la naturaleza en Nueva Zelanda es total. Menuda envidia si lo comparamos con el sur de Europa.

Tras el empinado descenso de la carretera del Mt. John nos dirigimos al oeste hacia el Mt. Cook National Park. 



La carretera que lleva de Lake Tekapo al pueblo de Mount Cook rodeando el Lake Pukaki es una de las más bellas por las que he circulado en mi vida, a la altura de las del Stelvio, Gavia o cualquiera de los Dolomitas. Quizás en Nueva Zelanda sólo sea superada por la que discurre entre Queenstown y Glenorchy. La verdad es que es difícil priorizar entre tanta belleza, pero lo cierto es que paramos unas diez veces alucinados por los colores y la profundidad de los paisajes en esta región.




Finalmente llegamos a Mt. Cook, un pueblo horroroso de casas prefabricadas...bueno, esa va a ser la descripción de prácticamente la totalidad de los pueblos kiwis. Teníamos la intención de hacer el primer trekking del viaje, el Hooker Valley Track, pero hay obras en un vado y tras 1km de camino tenemos que dar la vuelta. La ruta era prometedora:


Un poco chafados, decidimos ir a dar el paseo del glaciar Tasman, 40 minutos ida y vuelta. Para llegar al punto de inicio nos estrenamos en las típicas carreteras de zahorra neocelandesas conocidas como "Unsealed roads", que te obligan a circular por debajo de 30km/h. Otro clásico de Nueva Zelanda es el "one lane bridge", puente prefabricado de un único sentido que te puedes encontrar en cualquier carretera principal y que obliga a tener un poco de cuidado para no encontrarte bloqueado frente a otra caravana en el medio del puente.

El glaciar Tasman es un poco desolador, ya que está casi agotado a consecuencia del cambio climático. Lo que queda es un lago rodeado de morrena. Al fondo se ve la lengua del glaciar:



Como aún es muy temprano, decidimos no hacer noche en el desolador pueblo de Mount Cook y emprendemos el largo camino al suroeste hacia Queenstown, una vez más, de gran belleza y alternancia de paisajes desde campiña a zona desértica de media montaña. De camino paramos en el curioso pueblo de Cromwell a enviar unos mails y hacer unas gestiones con las reservas de los días siguientes. Aprovechamos para visitar el "old town", una especie de poblado de western americano.


Tras todo el día conduciendo por fin llegamos a Queenstown. Nos acomodamos en el impresionante Top 10 Holiday Park, un camping con unos baños tan limpios que ya quisieran tenerlos algunos hoteles europeos. Un poco molidos del largo trayecto, nos acercamos al centro a tomarnos una hamburguesa en el mítico Fergburger. Dicen que allí sirven las mejores hamburguesas del mundo, y lo cierto es que ¡están buenísimas! Yo no soy mucho de comida rápida, pero es que esa hamburguesa es una auténtica delicia, además de que su tamaño XXXL hace que te cueste acabarla. Se nos hace de noche y decidimos retirarnos a descansar sin ver mucho más de Queenstown, que la verdad tiene tan buena pinta como la hamburguesa del Fergburger. Al día siguiente nos espera el Routeburn Track.