domingo, 18 de diciembre de 2011

Parte II: 22 y 23 de noviembre - Christchurch y Península de Banks

Nada más aterrizar lo primero que nos llamó la atención fue lo tranquilo y familiar que era todo. La policía que nos tocó en el control de inmigración no pudo ser más amable. Tras presentar los pasaportes y declarar que llevábamos un par de medicamentos para uso propio y material de trekking, nos pasaron al control biosanitario. Se trataba de comprobar que no introducíamos en NZ nada que pudiese alterar su ecosistema...ni alimentos, ni seres vivos...¡ni tierra en los zapatos! No hubo ni el más mínimo problema y en 20 minutos estábamos cambiando dinero y saliendo a la calle en un hermoso día soleado. Cogimos un taxi y fuimos a recoger la caravana.

Teníamos todo el día por delante, pero al llegar al local de alquiler de caravanas tuvimos que esperar unas tres horas para salir de allí con la nuestra. No había mucho personal, y la empleada que nos tocó, una kiwi de origen alemán llamada Heidi, era muy amable, chapurreaba español, pero era terriblemente leeeeeenta, explicaba las cosas una y otra vez, cambiaba de tema, nos contaba su vida...Empezamos a entender que en NZ la palabra "prisas" no existe. Todo funciona tranquilamente...pero funciona.

La caravana que nos dieron era mucho más grande de lo esperado (en realidad pensamos que no tenían ninguna disponible del tamaño que habíamos reservado). Estaba razonablemente limpia y bien equipada, con microondas, nevera, horno... Tras aclimatarnos en las calles de un polígono industrial a cómo conducir un vehículo tan grande por la izquierda, nos fuimos a un supermercado, hicimos algo de compra y nos retiramos a descansar al Top 10 Holiday Park. Eran las 18h y yo estaba tan cansado que caí dormido sin cenar siquiera, para no desperarme hasta 12 horas después.

Con semejante descanso, estábamos bastante frescos cuando abandonamos Christchurch en dirección a Akaroa el 23 de noviembre. Nuestro viaje por la isla sur empieza aquí. Nos hubiese gustado visitar el centro urbano, pero teníamos reserva para un crucero y baño con los delfines.


Una carretera sin mucho tráfico nos llevó en menos de dos horas a la Península de Banks, un promontorio de origen volcánico que bajo una ligera llovizna nos recordaba bastante al occidente asturiano.


La lluvia cesa cuando llegamos a Akaroa, un tranquilo pueblo sin nada especial que, aún no lo sabíamos, sería uno de los más bonitos que íbamos a encontrar en el viaje. Tras contactar en el muelle con Black Cat Cruises, nos suben a unas doce personas al barco embutidos en trajes de neopreno, y nos avisan que hay que tener paciencia pues los Hector Dolphins pueden tardar en aparecer. Se trata de los delfines más pequeños del mundo, y acostumbran a entrar en las tranquilas aguas de la península para criar. No habían pasado ni quince minutos, cuando un grupo de unos diez delfines empezaron a juguetear con el barco.

Enseguida nos permiten bajar a nadar con ellos. El traje de neopreno es más grueso que los de triatlón que acostumbro a usar, pero el agua está congelada. Nunca me he bañado en un agua tan fría. Es una ocasión única que no podemos desperdiciar, y sólo dos personas renuncian al baño.

La sensación es genial...los delfines juegan a tu alrededor, dan saltos y no paran de moverse. ¡No me imaginaba que iba a ser tan divertido!

Tras veinte minutos en el agua volvemos al barco y esperamos con un chocolate caliente el regreso al puerto, no sin antes pasar a visitar una foca que posaba en una roca. Tras desembarcar y recibir una merecida ducha caliente, compramos un par de recuerdos, recibimos un "diploma" (!?) que acredita el baño con los delfines, y ponemos rumbo al interior de la isla.
Nuestra intención es dormir en las orillas del Lake Tekapo. Hasta allí son 4h de carretera, en las que atravesamos una zona de campiña y pastos. La verdad es que los kiwis ponen mucho esmero en tener sus tierras muy cuidadas, y cada paisaje en la isla es digna de una postal.

La llegada a Lake Tekapo es espectacular, pues está empezando a anochecer y la luz, las nubes y el color turquesa del lago dan un brillo muy particular al paisaje.

Sacamos unas fotos y vamos a cenar al Pepe´s, un restaurante con aire norteamericano bastante acogedor, pero nos sirven una pizza saturada de salsa barbacoa y una lasagna que aún está peor que la pizza. Al salir son las 20h, y aún no es de noche. De hecho, hasta las 22:30h no se hace de noche...es un atardecer interminable al que nunca terminaremos de acostumbrarnos a lo largo del viaje. Buscamos camping y descubrimos que la recepción del camping ¡cierra a las 19h! Los horarios neocelandeses no favorecen las jornadas de viaje largas, ya que con tantas horas de día, es necesario parar muy pronto a cenar o buscar alojamiento.

Afortunadamente encontramos al dueño del camping que accede a dejarnos pernoctar. Nos mantenemos despiertos hasta el anochecer para ver las estrellas, pero el cielo se nubla de nuevo y nos quedamos con las ganas.

Parte I: 20 y 21 de noviembre - Viaje

Para viajar a la otra punta del mundo no queda más remedio que pasarse unas 24 horas metido en un avión. Nuestro itinetario fue Santiago - Barcelona con Spanair, Barcelona - Singapore y Singapore - Christchurch, ambos vuelos con Singapore Airlines.

Partimos de Santiago a las 14:05h y sin retraso llegamos a las 15:35h a Barcelona. Allí había dos horas de escala, periodo durante el cual la lié parda al perder el pasaporte una vez superado el control de la policía. Tras 20 minutos de pánico y amenazas de divorcio, al final apareció entre el forro del abrigo y el gore tex...lo bueno es que ya hubo tema de conversación para sobrevivir a las 13h largas que duró el vuelo a Singapore.

El personal de abordo de Singapore airlines es sin duda el mejor que nos hemos encontrado nunca. Una atención estupenda que se agradece en viajes tan largos. La comida no es para tirar cohetes: cenamos pescado congelado, carne de cerdo muy pasada y desayunamos noodles picantes. Al menos servían un merlot francés que se dejaba beber bastante bien. Los pasillos son estrechos y no invitan a pasear, así que al final pasamos la mayor parte del tiempo con la pantalla individual interactiva, viendo películas, algún episodio de The Big Bang Theory y jugando al ajedrez. Una pena que el ordenador sólo jugase con negras, y siempre la defensa Alekhine...pero bueno, peor sería pasarse la noche jugando al Tetris.

Llegamos a Singapore con 45 minutos de retraso, lo cual nos impidió por escasos 9 minutos participar en uno de los city tours que ofrece gratuitamente el aeropuerto de Changi...eso sí nos fastidió bastante porque eran 6 horas de escala y nos hubiese encantado ver la ciudad. Tras rastrear todas las tiendas y no encontrar nada que mececiese la pena, por fin embarcamos en el siguiente vuelo. En teoría eran 10 horas más de avión, pero llegamos en 9, no sé si por el fuerte viento de cola o porque los pilotos tenían prisa, pero apenas pasaban de las 9:00am del 22 de noviembre cuando tomábamos tierra en el pequeño aeropuerto de Christchurch.

Prólogo: ¿No había un sitio más lejos?

Es la pregunta más frecuente cuando le comentas a la gente que te vas de luna de miel a Nueva Zelanda.

La resupuesta es no, no hay un sitio más lejano, al menos geográficamente hablando. En concreto las antípodas de Santiago de Compostela están ¡justo en la isla sur! Concretamente al este de Hokitika, en dirección al Arthur´s Pass National Park:

En realidad lo que te preguntan es por qué elegiste Nueva Zelanda como destino. Y la respuesta a este enfoque es más compleja. No es una cuestión de la novedad de visitar un país lejanísimo...de hecho pensar en la paliza de viaje en avión daba miedo, pero desde que vi el primer reportaje sobre Nueva Zelanda en la televisión, allá por principios de los años 90, me quedé enamorado de la variedad de sus paisajes y siempre había tenido ganas de ir allí. Lo cierto es que a Sonia también le seducía el destino, teníamos tres semanas disponibles y las fechas eran ideales si adelantábamos la boda lo máximo posible para evitar la temporada alta que allí empieza a mediados de diciembre.


Con muy poco tiempo de margen, preparamos lo mejor posible el itinerario, y el 20 de noviembre partimos hacia Nueva Zelanda.